¿Novela de iniciación, de aventuras? Mucho más que eso. Mariela Laudecina es una poeta que está escribiendo, acaso, las mejores nouvelles de su generación. Con religiosa meticulosidad, casi en secreto, sus obras son piezas sólidas que se sitúan contrarias a la obviedad de los mercados, a la literatura de lo mismo. Con una capacidad de observación inaudita, la prosa de esta autora no adolece de la grandilocuencia de los argumentos rebuscados que ostentan otros. Laudecina confía plenamente en el imperio de los sentimientos, narra, pues, una historia comprometida a través de la mirada inocente de dos amigas de diez años de edad sin dar un paso en falso. Con lenguaje coloquial y austero, que no excluye toques de humor y situaciones de conmovedora ternura, la autora cuenta el periplo de dos niñas que cruzan la ciudad de Mendoza para dar con el paradero del padre de una de ellas. En el ínterin se encuentran con decenas de personajes de toda índole. El efecto es similar al de las cajas chinas, donde la acción atrapa al lector desde la primera línea, construyendo una poderosa fábula sobre la libertad a través de un realismo profundo a fuerza de ser objetivo.

Sin solemnidad ni melodrama, nostalgiosa y crítica a la vez, la narradora revive el despertar de la sexualidad, los descubrimientos de la arbitrariedad o de la hipocresía, el mundo de los mayores, para reordenarlo en inesperados juegos de la imaginación y de la palabra. Su mirada no comulga con ningún juicio moral –no subestima al lector-. No propaga doctrina, no teoriza ni argumenta, sino que sencillamente narra de modo libre, y genuinamente original.

Así, Lo mejor es no tener padres es una nouvelle que ofrece al lector un texto compacto, inteligente, que genera la complicidad y la alegría, y que obligará a pensar en Mariela Laudecina si se pretende un panorama de los nombres que hay que tener en cuenta.

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